viernes, 12 de febrero de 2010

Cambia... ¿Todo cambia?

Si pudiera definir lo que va (y el resto) del 2010, en una palabra, sería: Cambios.

-Puta la hueá fome- dirá usted, pero lo cierto es que tal concepto define, de manera más fiel, lo que será para mí del último año de la primera década de este milenio.

Todo comenzó a fines del 2009, período en el que colgué la corbata, la blusa blanca, la falda con tablas, los zapatos negros y el chalequito azul marino cuya insignia era un corazón y con una cosita rara, algo parecido a un clavo. Algo religioso, algo estúpido.

Salí del colegio con un promedio decente, di la psu y me fue como las reverendas hueas y, a decir verdad, ahora me enorgullezco al decirlo; me decepcioné bastante con la pruebita de mierda, pero me pegué el cacho y comprendí que era un mero trámite.

Tuve fiesta de graduación y fui con el pastel con menos brillo que pisa, al menos, mi tierra; pero me curé igual. Sí, me curé y lo de monja que durante cuatro años intentaron inyectarme, desapareció.

En diciembre cumplí 18, edad que recibí con ganas solo para comprar cigarros y alcohol en cualquier parte sin tener que salir arrancando. En fin; para mí, tener 18, no implica nada más. Sigo siendo la misma mujer con cuerpo de niña; idealista, melómana, buena pa' leer y fanática del fútbol. Soy un niñito con tetas que se calienta cuando ve una pelotita rodar.

Con 18, además de ganar permiso de por vida para fomentar mis vicios, obtuve una hueá que no se la deseo a nadie: Que a tus viejos les baje la melancolía porque estay grande y que prácticamente lloran cada vez que te ven. Mal! Pasaron, de un momento a otro, a picarla finita todo el día.

2010, año de cambios. En marzo voy a ser universitaria -la hija mayor se irá de la casa-. Entraré a estudiar Derecho -ah, buena, o sea que después me vai a defender gratis- en la Universidad de Concepción lo que, por ahora -y como diría Ricky Espinoza- me pone más feliz que la mierda.

Viviré a 5 horas de mis viejos, justo y necesario considerando que por casi dos décadas no me he despegado de ellos. Preciso para comenzar a tener vida, arreglármelas por mi cuenta en todo sentido de la palabra. Quiero sacarme la cresta y pararme solita, quiero bajarme de la cuna y comenzar a disfrutar -o sufrir- todo lo que la ¿vida? me tiene preparado.

-La U cambia a las personas, ten cuidado- me dijeron una vez. Pero no creo que sea mi caso, desde antes de que aprendiera a limpiarme el culo soy así: honesta, directa, con las cosas claras y los pies pegados a la tierra.

Cambios, cambios, cambios.

A quién cresta le importan los míos, pienso.