Cuando tenía cinco años quería ser bailarina -algo muy típico a esa edad- y en segundo o tercero básico entré a la academia de danza de mi colegio.
Cuando tenía diez años quería ser actriz, y eso duró varios años. No me veía actuando en televisión, me imaginaba en un teatro repleto, con luces que solo alumbraban el escenario.
También quise ser astronauta, arqueóloga, escritora y periodista. Ahora que tengo diecisiete solo quiero -además de ser alguien que luche por la igualdad social y todas aquellas cosas que nos distinguen de seres pseudosuperiores que consideran que tener dinero significa poder- ser alguien que se conforme con las cosas simples de la vida, con aquellas que te hacen sonreír y que, por más pequeñas que sean, son imprescindibles.
Si, yo también pienso en el futuro, pero ¿vivir para el futuro? ¿vivir pensando en el futuro? No.
No quiero pensar que haré muchas cosas para lograr lo que quiero y que luego no pueda compartir con el resto lo que conseguí. No quiero pasar día y noche pensando en cómo voy a pagar un LCD o un Notebook último modelo, si no voy a disfrutar de la vida.
Es por eso que, solo por un momento en el día, pienso en el futuro.
¿Y el resto del tiempo? Lo ocupo para vivir.